viernes, enero 06, 2006

El onceavo destacamento.

“Serán cincuenta los que por amor se detengan.

Divididos, más no diezmados, sostendrán la puertas.

Resistirán hasta que las líneas de la vida se restablezcan,

para dar paso glorioso a los que han venido,

en nombre del padre, el Dios de las estrellas”

El grupo completo fue consignado a una misión de último minuto. Las fuerzas leales al comando central venían en camino, pero no llegarían a tiempo para cuando los portales se abrieran. Los Bondadosos sabían que los subyugadores dejarían parte de sus huestes estacionadas en el plantea, hasta que se pudieran reorganizar, por ello era imprescindible que parte del grupo de choque se quedara también en la Tierra.

Sabido esto, uno de los Bondadosos solicitó audiencia con el jefe de los del grupo. Amablemente le fue explicada la situación y se le solicitó que diera sugerencias para esta nueva situación. El jefe no dudó en sugerir que fuera la onceava escuadra, la que debería llevara a cabo la misión y, al saberse la decisión, todos quedaron satisfechos por la providencia.

El grupo no espero más y se acondicionaron lo más que pudieron. Pertrechos y cuanto equipo podían llevar se les entregó, para que no desaparecieran a manos de los esclavos que quedarían confinados en el plantea. De todo cuanto se les ocurrió, solicitaron; sin embargo para esta misión solo se les podía dar los suministros que podían contener sus alforjas y un alfanje de luz para cada uno.

Conformes quedaron de inmediato los del grupo al percatarse que la misión que se les encomendaba, era de las más nobles y por ello el arma más noble del universo les sería cedida, además de la sabiduría necesaria para defenderse y prevalecer con solamente su corazón bondadoso y los montantes de luz.

Descendieron entonces, dirigiéndose hacia el desierto del continente sudamericano. Éste era perfecto por una característica que los esclavos no lograrían sortear: la aridez del sector. Sin una gota de agua para satisfacer sus abultados y densos cuerpos, los encadenados descartarían de inmediato el lugar para ubicar un asentamiento.

El descenso fue perfecto para los cincuenta candidatos. Su sabiduría se estaba probando con esta misión. Todos sabían que estaban siendo serios candidatos para elevarse a un nivel superior si es que, de esta encomienda, salían victoriosos. No tanto en términos de lucha, sino, en el nuevo concepto que debían mantener, a toda costa, de la vida.

Túnicas se les dieron para camuflar sus armaduras. Unos blancos, otros beige y cuanto color pálido estaba presente en sus prendas, para diferenciar el rango y la jerarquía. Independiente de sus investiduras, ellos sabían muy bien que debían responder a un orden de grados, por que en esencia todavía seguían siendo los guardianes.

No pasó mucho tiempo para que entraran en acción. Dado el hecho que las leyes físicas estaban rigiendo la existencia para los dos bandos, los esclavos debían comenzar sin demora a someter en un yugo especial a los mortales, para que fueran presa fácil de los Subyugadores, a la hora de su regreso. Mostrándose, desde ese momento, la verdadera misión del onceavo destacamento.

Derrumbar el sometimiento, anular las acciones del enemigo y, en la extremidad de la situación, destruir de base las acciones del adversario, eran las directrices generales que se habían descubierto para las funciones del grupo de choque, mientras se preparaba el retorno de los Bondadosos.

Para cubrir más territorio y prevalecer en las incursiones, los guardianes se dividieron en diez grupos de cinco. No se podía pensar en tropa más pequeña que esa, dado que la supervivencia estaba predeterminada, y ésta se debía siempre obedecer en todas la acciones de los grupos recién constituidos.

Comenzaron su desplazamiento por el territorio. Con cinco direcciones distintas se movieron más de 3 mil metros, para hacer un radio de seguridad lo más extenso posible. Luego, comenzaron a visualizar sus misiones directas en cada territorio del mundo. Quedó entonces cubierta casi toda la superficie del planeta, menos el gran coloso del Norte de América, el recién constituido gigante de Asia y parte de la Europa. En estas zonas los esclavos se habían internado y expandido, sin parangón, sus dominios.

Salieron los primeros cinco (Tropa Alfil) en búsqueda de los humanos adelantados. Al empezar a desplazarse, se convertían automáticamente en blanco fácil de los esclavos. Al ser de mayor envergadura, con un peso atómico diferente, la tecnología que existía en el planeta era suficiente para lograr detectarlos en cualquier parte del planeta.

Eso era lo que necesitaban todos, que alguien se moviera rápido, para que empezara todo. Los sistemas de cada bando y el de los humanos adelantados indicaban el movimiento de densidades anormales en la Tierra. La velocidad era una de las mayores facultades de los guardianes y los equipos comenzaron a indicar tal fenómeno.

Los sonidos de los detectores, avisando de actividad estelar en el tercer planeta, anunciaba el júbilo a los guerreros El sentimiento que se experimentaba, en todos los que estaban concientes de lo que sucedía, era exasperante: Todo indicaba que comenzaría una nueva lucha, sin los maestros, por el dominio del planeta.

Corría la Tropa Alfil por llanuras a paso veloz[1]. Consultaban a cada momento sus instrumentos de detección, a la vez que succionaban un líquido, el cual suministraba la alimentación necesaria. Ya que los transportes mecanizados no servían, estaban obligados a utilizar sus habilidades y tecnología, a sabiendas que serían detectados.

La Tropa Alfil ya se veía por todas las pantallas. Su desplazamiento bordeaba los casi 35 kilómetros a la hora y su dirección ya estaba determinada por varias triangulaciones. Con un tiempo estimado de 77 horas de desplazamiento continuo, el grupo llegaría a la zona de exclusión, ubicada en “el valle central de del costado poniente en el lado sur del continente central”, de nuestro plantea.

Los esclavos lograron determinar que no llegarían de ninguna forma a capturar a este pequeño batallón pero, al ver las trayectorias, obtuvieron la zona en donde fue el descenso del onceavo destacamento, y comenzaron a bloquear el área creando un círculo para todo el lado Sur de ese continente.

Los grupos se habían diseminado ya, para desplazarse por todo el planeta. Las conjeturas que los esclavos podrían determinar su ubicación, se concretaron el mismo día que el último grupo abandonaba la zona.

Miles de esclavos llegaron por tierra y aire hasta el emplazamiento. Atacaron sin piedad el lugar y asaltaron todo el lugar con todo su poder. Embistieron como ellos sabían, coronando el lugar en destrucción y hecatombe, pero su objetivo no fue logrado en lo más mínimo. El onceavo batallón no estaba por ninguna parte y la ira los consumía al determinar que su asalto no había dado resultados.

Dado el hecho que este movimiento había sido planeado como un ataque sorpresa, todos los mecanismos de ubicación habían sido suprimidos, inclusive los de ellos. Al percatarse de la situación, activaron nuevamente los sistemas y lograron ubicar a dos de los diez equipos.

Los transmisores entregaban coordenadas exactas de la ubicación de estos grupos. Además les entregaban su trayectoria y las características de sus desplazamientos. Por cierto, los esclavos también se enteraban que estos dos grupos estaban compuestos por los más capacitados de la orden de los guardianes. Determinaron así que los que se habían quedado en la Tierra eran los de la elite custodia de los Bondadosos.

Los dos grupos empezaban a ser alertados por sus equipos de detección[2]. Las unidades de transmisión les indicaban que eran monitoreados y que un gran contingente se les acercaba.



[1] Debo explicar que: Al abandonar el planeta todas la fuerzas de Subyugadores y Bondadosos, por la apertura general del portal, al planeta se le dejó con un espacio tiempo limitado de colapso energético. Siendo esa la razón por la cual los Guardianes debían desplazarse por sus propios medios, a sabiendas que los esclavos solo se movilizarían hasta que la energía estuviera reestablecida.

[2] Tanto en el oído (transmisor sub-bucal) como en el antebrazo, los de las tropas se mantenían informados de lo que sucedía en todo el planeta. La ubicación de sus compañeros, enemigos y ellos mismos se representaba en visores tridemensionales y el dispositivo en la cavidad auditiva.

 
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